viernes, 10 de julio de 2009

Michelangelo Buonarroti: el Cristo del Santo Spirito. 1492.

Me interesan especialmente las primeras y las últimas obras de los artistas.

Las iniciales porque pienso que tienen la frescura y la pureza de las entrañas artisticas del sujeto tal y como lo parieron, antes de contaminarse del exterior.

Las postreras porque son como el testamento artístico del camino recorrido. Algo así como si dijera: esto es lo que yo entiendo por arte o esto es todo lo que he aprendido.

El artista mas completo y polifacético de la historia es también el que definió los limites de la escultura para la eternidad.
En él se dan especialmente los criterios antes expuestos. También en el Goya antes comentado.

Espero que no me cueste la hoguera decir que Michelangelo realiza en esta obra una representación de un Cristo amanerado y en cierto modo feminoide.
Es escueto de formas, ligero, sutil, con una mínima anatomía, musculatura casi inexistente, grácil, estilizado y una policromía acorde con todo esto. El Cristo más bello realizado por el hombre.

En este Cristo realizado en 1492 a los 17 años y que es la primera escultura exenta de Michelangelo que se conserva, a mi parecer se nos muestra el artista puro, aún sin influencias aunque ya había pasado un año en el taller de los Ghirlandaio donde había aprendido oficio de pintura y poco más.

En otro momento hablamos de su última e inacabada escultura, la Piedad de Rondadini que guarda muchos puntos comunes con esta, cerrando el circulo del nacimiento de este fallo de la naturaleza que fue Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni.

Tan exageradamente excepcional como escultor lo fue como pintor de lo que hablaremos otro día. La conmoción que me produjo la contemplación de la Capilla Sixtina fué similar a la que me causó Sur la plage de Edouard Manet...