Entre la multitud de pelis fútiles e inútiles que ocupan las pantallas desde hace meses aparece este oasis repleto de sensibilidad y profundidad. Y como ocurre con el buen cine japonés con un tempo de serenidad que nada tiene que ver con la lentitud, si no con tomarse el tiempo necesario para la observación y el relato.
Nada me place más que entrar en una sala de cine y no saber absolutamente nada de lo que voy a ver, salvo haber oído o leído que merece la pena. Pues eso.